jueves, 24 de marzo de 2016

Destino San Lorenzo

¡Gracias por la Bienvenida!
20 días hace ya que aterricé, de nuevo, en España. Dejo atrás muchas vivencias, anécdotas, aprendizajes y, sobre todo, muchas personas que me han hecho ver la vida de otro modo y a las que no olvidaré nunca. Ahora, que siento mis neuronas en el cómodo sofá de casa, me dispongo a recopilar todo aquello.

El viaje comienza el mismo día 1 de enero, saliendo de Huacho 3 voluntarios de allí- los dos “Roberts”, mi papaJuan- y yo. Tres horas y media de bus hasta llegar a Lima. Normalmente me parecería una locura tantas horas de bus, pero en Perú aprendes a apreciar esas “cortas” distancias. Desde el punto de vista de una que vive en un país que cruzas en poco más de 12horas, todo lo que esté a más de una hora ya es lejos. En cambio, Perú, al ser un país grande y con las poblaciones concentradas en pocos lugares, todo queda relativamente lejos de todo. Y digo relativamente, porque hay distancias de 11 horas que la gente se hace cada fin de semana sin pestañear y les parece tan normal. Pero siguiendo con la que se está adaptando a las distancias peruanas,  Huacho está “al lado” de Lima.

Llegando a Lima, se me vino a la cabeza algo que aprendí cuando estudiaba en Sevilla. En segundo de carrera, un profesor me enseñó que los mejores recuerdos son a través de sensaciones, olores o sabores. Cerrar los ojos, aspirar un aroma, y que te transporte a un lugar, un sentimiento o una persona. El recuerdo que tengo de Lima es de pollo a la brasa, y aunque sea vegetariana, es un olor que te invita a comer, que te abre el apetito. Así que al llegar, fuimos a dejar nuestras maletas hasta la Residencia de la Universidad Marcelino Champagnat, donde nos íbamos a alojar esa noche, y nos fuimos a cenar a una pollería. Ahí, yo, con 3 carnívoros comiendo pollo y yo solo ensalada. Pero olía rico, eso sí.

Grupo de voluntarios en la Resi

Tempranito el día 2 salimos al aeropuerto de Lima, donde ya sí que nos encontraríamos todo el segundo grupo de voluntarios que partíamos hacia San Lorenzo. Íbamos con todo el trabajo ya hecho, ya que el día 27 de diciembre había salido un primer grupo que iba a pasarse toda la semana examinando a los alumnos, recogiendo trabajos y corrigiéndolos, montando las camas y la casa, y en definitiva, hacer todo el trabajo previo al comienzo de clases.

Gran trabajo, ¡gracias familia!
El avión que nos lleva de Lima a Tarapoto tarda poco más de una hora, y ya llegando allí nos esperan dos combis, que es una mezcla entre microbús y furgoneta, para llevarnos durante 3 o 4 horas hasta Yurimaguas. El camino recuerda en cierto modo a cruzar Despeñaperros, con tramos bastante estrechos y sin quitamiedos. Los conductores van a mucha velocidad y en algunos trechos piensas que vas a salir “despeñao pa’bajo”. Pero bueno, entre el reggaetón a todo trapo y las risas, las horas y el miedo se esfuman.
Imagen que ves justo al salir del aeropuerto de Tarapoto
Nuestra combi, que nos llevaba de Tarapoto a Yurimaguas
Estampa de Tarapoto a Yurimaguas
Ya en Yurimaguas, dimos una vuelta con un grupito y nos topamos con la plaza de armas. Aquí las plazas de armas son las plazas centrales, lo que llamaríamos la “plaza del pueblo” en Almonte o “Plaza Nueva” en Sevilla. Como estamos en época navideña, todo está ataviado con adornos navideños  y muchas luces, todo muy alegre y colorido. Se hace mucha vida en este sitio, ves familias paseando, parejas, grupos de amigos. Me encanta el ambiente que se forma, porque te sientes como en casa, aunque con una calor impropia de un enero en mi pueblo. Y allí, entre colores y alegría, pasamos la noche. Al día siguiente nos esperaba un cansado día de viaje hasta nuestro destino: San Lorenzo.
Mototaxis, Yurimaguas
Plaza de Armas de Yurimaguas
Esperando bajar las maletas de la combi, Yutirmaguas.

El viaje de Yurimaguas a San Lorenzo puede hacerse de dos maneras: por aire o por río. Por aire se hace en avioneta, se tarda unos 45min pero el viaje es más caro, y tiene otro inconveniente: tiene muy pocas plazas, y no sale todos los días, ya que para ir, hay gente, pero debe haber gente para volver y así aprovechar el viaje. Así que el viaje no hay más remedio que hacerlo por río. La vez pasada viajamos en deslizador, pero la empresa que lo gestionaba (Huallaga) ha quebrado, y esta vez fuimos en otro tipo de barco a motor. No había superado las 8 horas de viaje del año pasado, que para mí fueron lo peor… así que no quiero contar las 14 de esta vez. Los que entramos primero, vamos sentados en unos sillones medio cómodos, pero los que no caben van en unas tablas delante del todo, bastante incómodo y que aún me duele el culo (¡perdón Andrea!) de tantas horas allí sentada. El paisaje todo el camino es precioso, y no se puede comparar con nada que haya visto antes. En serio, si alguna vez tenéis la oportunidad de hacer un viaje así, hacedlo, aunque luego os quejéis del dolor del poto.
Barca en la que viajábamos, éstos son los sillones cómodos
Y aquí los incómodos
Paisaje del viaje por el río
Más paisajes

El viaje nos sorprende con lluvia y la noche nos cae encima, así que la llegada no es todo lo idílica que una espera.  Aun así, hemos llegado, que es lo importante, y tengo todo un mes por delante para olvidar esas 14 horas.

Ea, pues ya estoy de nuevo aquí.
Hola, San Lorenzo J.

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