lunes, 25 de abril de 2016

Apusito

Jonathan es lo que llamaríamos en España, “un niño bien”. Vive en un buen barrio, es de una buena familia, tiene estudios y se dedicaba a cuidar de “el abuelo”.
Lo conocí como se puede conocer a cualquier persona en un viaje, coincides con él sentado a tu lado, y te da por cotillear lo que quiera que esté leyendo. Filosofía en este caso. “Maemía, un platónico” pensé “un tipo que da mil vueltas para decirte siempre lo mismo”. Así que le empecé a preguntar sobre qué iba a dar clases, y a mantener una conversación esperando que pasaran las últimas horas antes de llegar a San Lorenzo.

Recuerdo que las mañanas que se dignaba a levantarse, desayunar y quedarse despierto hasta la hora de sus clases (porque la mayoría de días no desayunaba o se acostaba de nuevo después de desayunar), algunas las pasaba con él programando en el comedor. Jonathan, su música y su personalidad de ogro gruñón. Y no lo llamo ogro gratuitamente, sino porque es un Shrek , al que le llegó una visita de dos asnos en forma de españolitas para sacarlo de su ciénaga y aunque cabreado con el mundo, acabó dándose cuenta de que el cuento aún se está escribiendo y quizá lo acabe al otro lado del charco.

A este gruñón le pedí hace poco que me escribiera algo sobre la experiencia, muy cortito, para que se pueda comprobar que, aun lejos de casa, de la familia y los amigos, cuando vas con la mentalidad de no querer encariñarte con nadie porque luego vienen las despedidas, este muchachote de aspecto fiero pero corazón ENORME, hace que se te rompan todos los esquemas y acabes adorándolo.

“Un mes en la selva, un mes con gente de diferentes países, un mes con diferentes personalidades pero sobre todo un mes haciendo comunidad. No pensé vivir esta experiencia pero caray que bella que fue, conociendo españoles, bolivianas, chilenos como para aprender de todos y de todo. Fue aprender a despertar a las 6 de la madrugada que fue lo que más me costó. Pero que rico es vivir con culturas diferentes, saber que fui parte de un grupo hermoso y dinámico con sus idas y vueltas.
Que bien me siento saber que pude dar algo de mí para aquellos maestros que llegaban muy puntuales a recibir las clases mientras yo moría de calor, pero una vez iniciada la clases todo el calor se convertía en ganas de hacerlos exponer (soy muy bueno para eso ja).
Tener una mesa enorme para compartir los alimentos con los demás fue algo inigualable por que se compartía de todo, ojo de todo, bromas, anécdotas y sobre todo los platos siete colores de inigualable Percy el “cocina lo que puede”.
Me hice de muchos amigos, viví la lluvia y el arcoíris en su máximo esplendor. Fue una experiencia inolvidable pero no me quedo solo como ellos sino con lo que me dejo después, la familiaridad que se dio convivir con españoles en mi casa fue algo que me ha marcado y no saben cuánto, aprender a comer pan con tomate y aceite de oliva, o tomar las cervezas en el almuerzo o  aprender el baile del pollo.
Yo como buen citadino esto ha sido un despertar hay ver que Perú no solo es Lima, que hay gente maravillosa en estos pueblos alejados pero cercanos en acogida, ellos te tan hasta lo que no tienen eso es algo que jamás olvidaré, ha sido la experiencia única y eso que ya antes como seminarista he hecho estas misiones pero esta fue inigualable sobre todo por todos aquellos misioneros que de una u otra manera nos apoyábamos, la emoción que me dejó San Lorenzo quedará grabado en mi corazón hasta el último día de mi existir .

Ahora que cada uno está en su país, solo que me quedan los bellos recuerdos y de cuando en cuando un Skype. Nunca se olviden de esto: LOS AMIGOS SON LAS FAMILIA QUE UNO ESCOGE”





P.D. Cuando vengas a España, devuélveme lo que es mío.

1 comentario:

  1. llorè al leer, por que el amor inmenso que siento por ti es inigualable, si viene una bala para ti yo me pongo frente a el solo por q nuestra hermandad no conoce de fronteras, y no te preocupes te devolvere tus bragas

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